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Primicias de un Nuevo Amanecer

Primicias de un Nuevo Amanecer

Contemplando la dinámica social y cultural que hoy nos rodea, constatamos fácilmente que vivimos un momento novedoso en la historia de la humanidad. Los cambios profundos y veloces provenientes de la ciencia y de la tecnología han dado lugar a una cultura denominada “digital”, muy enraizada en la Informática, los Sistemas audiovisuales y la Telecomunicación.

Computadoras, internet, multimedias, realidad virtual y aumentada, hipertextos, inteligencia artificial, tabletas, teléfonos relojes inteligentes, entre otros, son parte de la vida cotidiana. Todo es resultado de la capacidad cognitiva del individuo creativo. Ahí están los artilugios digitales, afectando la vida en muchas formas, varias positivas y otras no siempre.

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Podemos estar muy informados, estudiar de manera virtual, gozar de una comodidad tecnológica jamás vista; trasladarnos de un país o de un continente en pocas horas, y también conocer más del espacio y de los planetas con incursiones admirables cada vez más rutinarias.

Algunos países gozan de los frutos de la industrialización y del bienestar económico en muy buena medida, pero son los menos en relación a la población mundial. Esa afortunada situación no ha llegado a tres cuartas partes de la humanidad que sufren límites económicos notables. Dos mil millones de personas viven con dos dólares americanos al día, y mil millones con uno. Pobreza y hambre, son dos constantes que ensombrecen las conquistas logradas porque no benefician a los más necesitados.

A ese aire cibernético y tecnológico que hoy vivimos, se ha unido un sentimiento bastante álgido de libertad, a menudo extremo, junto a un permisivismo desconcertante que desafiaba aquellos principios que consolidaron la cohesión y legitimidad social durante siglos, siendo la vida moral y los valores espirituales las principales víctimas. Esa “libertad” se extendía también porque el progreso económico permitía comprar toda forma de placer y bienestar.

Pero poco a poco, con un pensamiento más reflexivo ante la ecología, por ejemplo, se ha ido comprendiendo que no se puede producir y producir sin empeorar la salud del planeta sin el riesgo de convertirlo en un depósito de desechos tóxicos contaminantes.

Dentro de ese marco, el hombre moderno caminaba triunfante por las vías del desarrollo con un sentido de autosuficiencia que lo llevó a considerarse gestor del planeta, expulsando a Dios de su propia creación, como lo hacen regularmente científicos de altísimo nivel académico y cuya opinión es muy seguida por millones de personas.

Esta “independencia” (sin Dios todo es posible), encendió un sentido de arrogancia dividiendo los países en desarrollados y subdesarrollados; fuertes y débiles; cultos e ignorantes; de primer mundo, de segundo, tercero, cuarto. Dentro de la Unión Europea para no herir sentimientos con mayor descortesía, hablan de países que van a “primera marcha o a segunda”.

Se derribó el muro de Berlín en 1998 con un gran sentido de justicia y equidad, pero luego se empezaron a construir otros para que “los necesitados” de otras naciones (emergentes) no se convirtieran en amenaza a su intocable comodidad.

Había un sentido extremo de “autosuficiencia”. Hasta que, indiscretamente, hizo su aparición un huésped indeseable y mortífero a escala mundial con una identificación precisa: “Covid-19”. Un virus impertinente e inclemente que puso rápidamente en evidencia la “fragilidad humana”, mostrando tácitamente que no podía superarlo todo, y que los poderosos ya no podían jugar a ser dioses, estaban desnudos y enfermos.

Cambia así la textura social a gran velocidad. Las ciudades se vacían, los ciudadanos están obligados a confinarse; miran con melancólica nostalgia, desde sus ventanas, aquel mundo que era suyo y que ahora les parece más lejano.

Pero hay un consuelo en casa y en la oficina: “la interconexión”. “No estaremos totalmente aislados -piensan. Podremos estar interconectados, aunque no nos veamos físicamente. Empieza así una revolución virtual a escala planetaria.

El ciberespacio ofrece opciones, sí, y podemos beneficiarnos mucho de ello, por ahora. Pero como somos contingentes, y somos un constante devenir, todo puede cambiar, pues mucho no depende únicamente de la voluntad humana y de la buena intención, ni siquiera de la perfección tecnológica. Científicos de la NASA y de otros ámbitos académicos como Vassilis Angelopoulos (2020), profesor de Física espacial de la Universidad de California, advierten que las “erupciones solares”, dan origen a “tormentas magnéticas”, que no son raras y se verifican en áreas suficientemente próximas a la tierra como para afectarla.

La conclusión científica confirma que estas tormentas, están en grado de destruir los sistemas electrónicos de cientos de satélites en órbita, ocasionando estragos en las redes eléctricas y en los sistemas de comunicación. Esto, debido a que los vientos solares procedentes del sol impactan la magnetósfera que circunscribe nuestro planeta, dando lugar a tormentas magnéticas con un contenido de corrientes eléctricas de alta potencia. Esta experiencia ya se registró en 1921, cuando estas tormentas solares interrumpieron todo el sistema de comunicación telegráfica, ocasionando un incendio que destruyó totalmente la Estación de trenes de Nueva York. En 1972, los astronautas de las naves Apolo 16 y 17 dieron referencia de las mismas.

Es así que ni el ciberespacio ni la vida cotidiana terrestre nos ofrecen seguridad perenne en los sentidos que esperamos. Descubrimos hoy con preocupación, que el gran desarrollo “es reversible”, los países más ricos y potentes pueden colapsar, pensemos en una interrupción eléctrica en megalópolis como Tokio, Londres, Nueva York, México.

El poder no lo domina todo, ahora el individuo importa, los líderes ricos también pueden ser víctimas del Covid-19 como cualquier otro pobre y abandonado en otro ángulo de la tierra. Podrán ser atendidos mejor unos que otros, pero el virus no perdona, como enemigo implacable sin piedad alguna. Vemos así, como sugiere John Gray (2020) que la “globalización” a la que tanto se cantó, puede gestar una hija que arrincona llamada “desglobalización”, poniendo en evidencia que todo es cambio y devenir como decía Heráclito.

Y la libertad soñada, disminuye el volumen de su canto victorioso: “Ya no puedes salir donde quieras, tampoco viajar donde se te antoje; tus decisiones ya no son totalmente tuyas. A tu alrededor se van levantando, cada vez más, nuevos sistemas de “biovigilancia”. Los objetivos aparentemente son nobles, pero en algún grado invaden la privacidad de los individuos que no saben, al final, qué ocurrirá con la información recolectada. Con la excusa de rastrear la enfermedad, podrán ingresar como invisibles intrusos, en lo más íntimo de la vida cotidiana de uno y de muchos.

Se cerraron las Iglesias, se suspendieron las Eucaristías; el católico no tenía acceso al Sacramento más importante en su vida de Fe. Pronto se abrieron los centros comerciales y los servicios bancarios, pero los recintos de Fe no recibieron la misma deferencia. Todo lo visto hasta hoy, es un atisbo preventivo, de lo que puede suceder en el futuro.

El Papa Francisco, en su reciente Encíclica “Fratelli Tutti” (2020), preocupado por las “tendencias mundiales”, hace un llamado a la reflexión, invitando a descubrir la “fraternidad universal”. Denuncia el “capitalismo salvaje” que degrada la dignidad humana a beneficio de una ciega producción que discrimina generando descartes: las personas no sirven por su color de piel o porque son migrantes, viejos o no nacidos. Se ejerce una economía que produce esclavos. Se cierran las naciones, y dentro de las naciones sus propias culturas, van eliminando sólidos conceptos de unidad, a causa de anacrónicos nacionalismos resentidos, exasperados y agresivos. Así se forman nuevas formas de egoísmo y pérdida de la dimensión social solidaria en nombre de una falsa defensa de intereses nacionales.

El progreso cultural, junto a las conquistas científicas y tecnológicas han prestado grandes servicios a la humanidad, pero el resultado no muestra que con ello el humano se sintiera más feliz.

El estrés, la depresión, la soledad, la angustia, la violencia en el hogar, las altas tasas de separaciones y divorcios muestran a nivel individual, que el entorno no llena las expectativas de amor, felicidad, paz, armonía. Con Covid-19 o no, se respira un aire de “inseguridad”.

Cuando Jesús se apareció a Faustina Kowalska (1905-1938), encomendándole la Misión de propagar la “Confianza en Su Misericordia”, en cierta ocasión le dijo:

“La humanidad no conseguirá la paz,

hasta que se dirija con confianza, a Mi Misericordia” (Diario n.300).

En una conversación personal con el padre Serafín Michalenko (2014), que fue vicepostulador para la causa de canonización de sor Faustina, mencionó que el término más correcto para traducir el texto polaco era “seguridad” en vez de “paz”.

Dicha expresión entonces, ¿no haría referencia a los tiempos que vivimos en la actualidad? En el fondo significaría que, si la humanidad no vuelve a la Fuente de Cristo, no hallaremos ni la seguridad ni la paz que ahora tanto preocupa.

Si queremos respuestas perennes, que no estén sujetas a los caprichos de una epidemia viral, a los vaivenes de una tormenta solar o a los anhelos del mundo contingente: ¿No sería este un buen momento para buscar y encontrar la senda de Aquél que dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn14,6); “Yo he venido para traerles vida y vida en abundancia”; (Jn10,10) o “El que venga a mí no tendrá hambre, el que crea en mí jamás tendrá sed”? (Jn6,35).

En este panorama, resultará también de gran orientación reflexionar sobre un luminoso texto de San Pablo: En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Ga5,22-23).

Esta es una gran enseñanza que nos invita a comprender que, los frutos que esperamos en esta sociedad que hoy tanto nos preocupa, y ante la cual en muchas instancias nos sentimos amenazados e incapaces de ofrecer soluciones adecuadas, no podremos encontrarlos ni en la economía rica, ni en los rascacielos o restaurantes; tampoco en un vuelo aéreo de diversión o en un crucero trasatlántico, menos en el yoga o en una técnica psicológica de relajamiento. Tenemos que ir a la ÚNICA FUENTE: DIOS… a quien hemos olvidado en gran medida.

La “inseguridad” que vivimos es la consecuencia de la “ausencia de Dios” en nuestras vidas. Buscamos respuestas trascendentales en un mundo finito, en vez de recurrir a la Única Fuente de Alcance Infinito y Eterno.

Seguramente todos tocamos muchas puertas en busca de “sentido”, pero el panorama visto no pone en evidencia que hubiéramos encontrado las respuestas finales, y caminamos “como ovejas sin pastor” (Mt 9,36).

No obstante, debemos recordar que tenemos un Padre “Vivo”, pendiente de nuestra situación. Por eso, y seguramente al igual que Moisés en su tiempo, a cada uno de nosotros podría volver a decirnos: “Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo… , he escuchado su clamor y conozco sus sufrimientos… he bajado para liberarlos y llevarlos a una tierra que mana leche y miel…” (cf. Ex3,7-8).

Y, en un pletórico despertar espiritual, nuestra época se enriquece con miles y miles de “manifestaciones místicas” en todo ángulo de la tierra, como jamás ocurrió en tiempo alguno de nuestra Historia Sagrada.

¿Experiencias místicas?

Sí, tal como suena. La experiencia mística “da testimonio vivo, también hoy, de la realidad visible que Dios hoy permite, por medio de revelaciones privadas en forma de Apariciones de Jesús y de María, principalmente, aunque también de Santos y Ángeles, visiones, voces interiores conocidas como “locuciones”, Milagros Eucarísticos, efusiones de lágrimas o sangre en imágenes, etc. Una variedad de signos que desafían la razón y la fe.

En el AT las manifestaciones fueron muy comunes, no solo por medio de un profeta, sino que el mismo pueblo las observaba. Pensemos en Moisés o Elías. En el NT los prodigios de Cristo son múltiples e indiscutibles. La Resurrección de Lázaro y la del mismo Jesús son tópicos extraordinarios. El creyente va comprendiendo que, “Nada es imposible para Dios” (Lc1,37).

Los primeros siglos del cristianismo vivieron bajo esta Luz y convicción. Pero llegaron tiempos en los que el racionalismo humano adquirió mucha fuerza, “debilitando” la concepción que el pueblo tenía de Fe. Y el conocimiento “invisible” de Dios fue cambiando a beneficio del conocimiento material, visible, palpable, sometido a peso y a medida. El empirismo de los nuevos científicos desde el siglo XV hasta el presente, fue ganando espacio sin que los defensores de la Fe pudieran mantener el mismo nivel de convicción. La llamada “Ilustración” ganaría amplios espacios afirmando más el pensamiento racionalista materialista que el metafísico.

Todo ello dio lugar a una “secularización” del pensamiento, tanto en la cultura como en la misma religión, y los efectos los vivimos en estas generaciones, a tal punto que las “Manifestaciones Místicas” modernas han sido ignoradas en más del 95%, víctimas de una vaciedad espiritual y de un nihilismo, que hiere e impide el crecimiento de millones de creyentes que podrían haberse beneficiado de estas iniciativas generosas de Dios.

PEDAGOGÍA ESPIRITUAL

Esta obra, quiere acercar al lector a una experiencia particular, la de Patricia Leos (México), pero dentro de un recorrido histórico, bíblico, evangélico, antropológico, cultural y sobre todo “pedagógico”, totalmente unido al Dogma de nuestra Única Iglesia, Católica y Apostólica (CIC n.811).

La razón de esta publicación, no nace de una iniciativa personal, es la respuesta a las solicitudes que vienen del Cielo, con el propósito de favorecer la extensión de un Mensaje de Amor y Cambio, invitando a todo hijo de Dios a redescubrir su origen primigenio, comprendiendo que “su vida”, no es una consecuencia de avatares circunstanciales, como ciertos filósofos y científicos insinúan, y muchos les creen, sino el Fruto precioso de un Dios Padre y Creador que le dio vida “con toda intención”, porque lo ama y lo anima, a través de la experiencia terrena, a vivir en aquella amorosa Voluntad Divina que le abrirá las puertas de la vida eterna.

Los Mensajes recibidos por Patricia, cuyo nombre no la representa a ella únicamente, sino a todos nosotros, contienen una “pedagogía humana y espiritual” específica que queremos resaltar y compartir, porque están destinados a todos los hijos de Dios de esta época, que buscan Luz para entender los cambios y transformaciones que hoy vivimos y que anuncian “Nuevos Tiempos”.

Quisiéramos hacer memoria, en este momento, de la hermosa experiencia de Juan y Andrés mientras se encontraban conversando con Juan Bautista, quien, al ver que Jesús pasaba dijo: “He ahí el cordero de Dios” (Jn,1, 36). Al escuchar estas palabras, seguramente muy conmovidos, inmediatamente siguieron a Jesús (cf. v.37).

El Evangelio de Juan, uno de los protagonistas de la vivencia, nos ilustra la circunstancia en estos términos:

  • “Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: “¿Qué buscan?”
  • Ellos le respondieron: “Rabbí” -que quiere decir Maestro – ¿dónde vives? (v.38)
  • Les respondió: “vengan y lo verán”. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima” (v.39).

Según el Diccionario de la Biblia (2003), la transcripción del hebreo y del arameo “rabbî”, significa “señor mío”, “maestro mío”, término que también, en esa época se atribuía a los doctores de la Ley (cf. p.1296).

De la transliteración del arameo “rabbûnî”, nos llega la expresión “rabboni” cuando María Magdalena reconoce al Señor ya resucitado (cf.Jn20,16).

El concepto es muy oportuno en este momento, porque cuando Juan y María Magdalena se refieren a Jesús en dicho término, están reconociendo al Maestro, al Señor que está en grado de enseñar.

Recordemos las palabras de Marcos:

“Llegaron a Cafarnaúm, y Jesús empezó a enseñar en la sinagoga durante las asambleas del día sábado. Su manera de enseñar impresionaba mucho a la gente, porque hablaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la ley” (Mc1,21-22).

Y ¿a quiénes enseñaba el Maestro?

Es a Su alrededor que se van formando sus primeros “discípulos”. El origen latino de “discipulus”, designa a aquel que se deja enseñar y aprende.

Cuando Juan y Andrés lo llaman Rabbí, han reconocido al Señor y al Maestro, por eso difunden la noticia. A Él ya lo esperaban, y lo siguen, se quedan con Él porque querían aprender Sus Enseñanzas.

Tuvo que haber sido tan importante la experiencia para Juan que, hasta menciona la hora. Un instante indudablemente significativo para él. La hora décima, correspondería a las cuatro de la tarde para nosotros, y ojalá que, la hora en la que conoces el contenido de esta obra, quede también empiezas a recorrer las páginas de este libro, sean el inicio de un nuevo momento en tu vida. Los discípulos, recibían la enseñanza del Maestro, lo siguieron fielmente, y empezaron a vivir conforme a ella. Luego la llevarían hasta los confines de la tierra.

Los Mensajes que tienes en tus manos, contienen un denominador común que los une a todos los impartidos por Jesús y María en sus Apariciones en los últimos tiempos:

La Conversión, el Cambio de vida, Dios como centro de nuestras vidas, dentro de un estilo de vida que busca la Santidad, Camino seguro que conduce a la Vida Eterna.

Pero en cada caso, existen algunas indicaciones particulares. Lourdes, Fátima, Padre Pío, Faustina Kowalska, por ejemplo, tuvieron misiones específicas. De la misma manera, dentro de una referencia común que nos llevan siempre a la Palabra de Dios en el Antiguo y Nuevo Testamento, nos ofrece nuevas luces e indicaciones para vivir la Palabra de Cristo en estos tiempos donde los términos como santidad, pureza, oración, sacrificio, ayuno, ascesis, son tan relativos.

Las Palabras que llegan del Cielo, de manera distinta a Mensajes anteriores que enfatizaban el “Fin de los Tiempos”, anuncian más bien “Nuevos Tiempos”, lo que otorga a su contenido una distinción original. Además, dentro de un marco de luminosa esperanza, nos traen el perfume de unas “Primicias que anuncian un Nuevo Amanecer”. Los temas tratados a lo largo de dieciocho capítulos, son los fundamentales en la Pedagogía Espiritual con la que Dios, hoy, ha querido bendecir nuestras vidas.

Pero la Palabra de Dios es dinámica, es una semilla que siembra para dar frutos, y en abundancia. Para eso busca Apóstoles de Jesús el Resucitado, dispuestos a llevar las enseñanzas que nacen en la vertiente de Su Gracia, a aquellos corazones que, a pesar de las turbulencias de nuestra sociedad moderna, confían y esperan, porque se saben hijos de un Dios vivo que jamás abandona a los Suyos.

Que ese Amor que llega a través de estas Palabras, bendiga tu vida, y el Espíritu Santo guie tu vida en la Esperanza, la Gracia y la Santidad.

Dios ha creado la Eternidad también para ti. Junto a las Personas Divinas de la Santísima Trinidad y la Santa Madre, te espera en el horizonte nuevo que ahora te propone, para abrazarte, si lo aceptas, con Su Amor eterno.

Aquí tienes textos vivos que te traen Palabras del Cielo llenas de amor, enseñanzas y esperanza.

Apostolado de los Nuevos Tiempos

México, octubre de 2020